viernes, junio 30, 2006

Abuelo

El abuelo fue uno de esos abuelos presentes, que fue parte de tu vida. No era necesario ir en busca de él, él venía hacia ti. Él quiso estar, él quiso compartir, él quiso se parte de nuestro crecimiento, él estuvo ahí siempre.

Mi primera relación con el abuelo no la recuerdo, pero él siempre me lo recordaba: él me tomaba en brazos y yo le chupaba el cuello de la camisa. Al parecer le hacía gracia, me lo comentaba como una anécdota, o como reflejo de cuanto gozaba a sus nietos que no le importaba que le echaran a perder sus camisas.

Pero sí me acuerdo de cuando salíamos a andar en auto. Él me llevaba al jardín infantil en el “canario”, sentada adelante, sin cinturón, o más bien parada adelante y yo justo alcanzaba a mirar por sobre la guantera hacia delante. Eso sí, no me dejaba sacar ni la cabeza ni los brazos por la ventana. Ahí se enojaba. En la guantera tenía una caja llena de chicles Dos en Uno de tutti-fruti. El abuelo me regalaba chicles a escondidas porque a mi papá no le gustaba que yo comiera.

Siempre hemos vivido relativamente cerca, sobretodo cuando estábamos en 12 Norte. El abuelo tenía llaves del departamento y cuando yo sentía que ponía las llaves y abría la puerta yo corría a saludarlo y me colgaba a su cuello. “Hola Monito lindo!” me decía. Claro, eso era hace mucho tiempo; él estaba más joven y yo era más chica. Era típico que cuando entraba sin que yo lo escuchara, silbaba de un modo tan característico que aún lo tengo grabado en mi cabeza. En ese momento yo dejaba todo botado y partía corriendo a la puerta. Era mi abuelo.

Después vino “la isla del tesoro”, que fue cuando compraba unos chocolates que guardaba en el mueble debajo de la tele. El mueble estaba con llaves, pero la llave se guardaba arriba de un libro que estaba un poco más alto. Al principio no lo alcanzaba, después sí. A veces el abuelo nos dibujaba, a mi hermana y a mí, un mapa del living con un camino punteado que nos indicaba la ruta a los chocolates. Así era más entretenido, aunque sabíamos que los chocolates estaban siempre en el mismo lugar, o a lo más los cambiaba al compartimento del otro lado. Después que volvimos de Australia se llamó “the treasure island”. El abuelo siempre se actualizaba.

A veces contaba algunas historias que al principio las creía, luego me entró la duda. Un clásico es él origen del apellido Otónel. Según él era irlandés: O’Donell, que cuando pasó a España se endureció la pronunciación y quedó en Otónel. Un día se nos ocurrió buscar en internet de donde podía venir este apellido. Todo indicaba que era medio moro y que no tenía nada que ver con Irlanda. Al abuelo no le gusto mucho esa versión y prefirió quedarse con la idea que éramos descendientes de O’Donell… O’Dear.

Paralelo a esta etapa comenzó a gestarse uno de los más importantes galardones al que se podía optar en la familia: “El Pancho de Oro”. Los candidatos a ese premio eran/eramos aquellos que contaran chistes muy fomes o muy repetidos. Él mismo se reía del premio, pero en realidad era una forma de reírnos con el abuelo y de celebrarle su buen humor, cosa que siempre lo caracterizó. Siempre tenía un chiste que contar o “un chascarro”. Para que decir aquellos “ayer pase por tu casa”… eran un clásico.

Pucha… pero el abuelo se cansó, o sea su cuerpo, no él.

Finalmente fue su cuerpo el que dijo “ya no más” y no él, porque él no nos abandonaría, jamás haría tal cosa. Él sigue vivo en mí.

Abuelo, te quiero mucho.

martes, junio 13, 2006

Testimonio Gráfico del Magno Evento

Bueno, todos ya saben lo bien que lo pasamos en este súper cumpleaños sorpresa para Pedro. Traspiramos un poco para mantener la sorpresa y distraer al festejado mientras llegaban los invitados, pero al final todo resultó muy bien y pasamos un momento muy grato en familia.

Acá van algunas fotos de "aperitivo". Si quieres ver todas las fotos (tipo fotonovela) pincha aquí.


jueves, junio 01, 2006

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Thanks for the genetics